Nota Original:
Las mujeres rurales no son un grupo homogéneo. Son pequeñas y grandes productoras de alimentos, líderes en el sector agro, indígenas, artesanas, emprendedoras, investigadoras, científicas, profesionales y miembros de instituciones. A pesar de toda esta diversidad suelen ser un grupo invisibilizado y se encuentran con su potencial limitado, situándose muy por detrás de las mujeres urbanas y los hombres.
Para integrar todos estos perfiles distintos de la ruralidad y que puedan nutrirse del intercambio, se conformó la Red Mujeres Rurales. Esta iniciativa surgió en el marco del W20-G20, en 2018, cuando Argentina, por primera vez, incluyó en la agenda la problemática de la mujer rural.
Ir más allá del estereotipo
María Beatriz (Pilu) Giraudo es cofundadora de la Red Mujeres Rurales, ingeniera agrónoma y quinta generación de una familia de productores rurales. Ella nació en la localidad santafesina de Zenón Pereyra y allí transcurrió su infancia. Durante la semana, su familia se quedaba en el pueblo y los sábados y domingos, se iban al campo.
“Cuando tuve que decidir mi profesión pensé en la agronomía para poder seguir con el trabajo familiar. Mi papá es uno de los fundadores de la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid), por eso los temas de producción sustentable los tengo presentes desde el principio”, cuenta Giraudo por teléfono, situada bajo un árbol y mientras ve a los pájaros que van y vienen. “Eso es energía para mí”, dice la ingeniera agrónoma, que tuvo que acercarse a una estación de servicio para encontrar señal.
El trabajo fue llevando a Giraudo por distintos pueblos rurales, pero cuando tuvo a sus dos hijos, se instaló en Venado Tuerto, al sur de Santa Fe por la oferta deportiva y educativa. “Esta ciudad me queda en el medio de todos mis trabajos actuales. Me divido entre la empresa familiar, distintas instituciones y asesoro a terceros”, cuenta. Ella es Presidente Honoraria de Aapresid y trabajó en distintas organizaciones de la sociedad civil que promueven la transformación desde lo local y otras que trabajan para evitar la malnutrición infantil, la promoción humana y el desperdicio de alimentos. También pasó por la función pública como Coordinadora de Políticas para Desarrollo Sustentable de la Nación.
Pilu, que tiene 51 años, se identifica como mujer rural y dice: “El estereotipo te lleva a pensar en la campesina o indígena, pero la realidad es que la categoría agrupa a muchas más mujeres, que de algún modo están vinculadas a la ruralidad. Nos tienen que visibilizar a todas. En esa enorme diversidad es donde encontramos la potencia de lograr más cosas juntas. Las que tenemos más oportunidades podemos trabajar para que las que tienen menos oportunidades puedan tener más herramientas. Podemos ser transformadoras de esa vulnerabilidad todas juntas. Con esa idea nace Red Mujeres Rurales”.
La red presenta hoy, el Día Internacional de las Mujeres Rurales, la campaña Voces Rurales que tiene como objetivo dar a conocer la importancia de su rol para el Desarrollo Sostenible. Según ONU Mujeres, las mujeres rurales representan más de un tercio de la población mundial y el 43% de la mano de obra agrícola, garantizan la seguridad alimentaria de sus comunidades, generan resiliencia ante el clima y fortalecen las economías. De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), si las mujeres pudieran acceder a los mismos recursos productivos que sus pares masculinos, la producción promedio crecería entre 20-30% y el hambre se reduciría en 12-17%.
La FAO señala que 1.722.107 mujeres en Argentina (el 50% de la población rural) realizan algún trabajo productivo en el campo. Esas tareas suelen incluir el cuidado de animales de corral, como gallinas, chivos, ovejas y cerdos; la producción en la huerta familiar y la elaboración de artesanías.
Crear incentivos para permanecer en la ruralidad
Paula Narváez Ojeda es asesora Regional en Gobierno y Participación Política de la Oficina Regional de ONU Mujeres para América Latina y el Caribe y Representante interina de ONU Mujeres en Argentina y Paraguay. Desde el organismo, se está apoyando a la Red Mujeres Rurales para cumplir con el lema de la Agenda 2030: “No dejar a nadie atrás”.
“Las mujeres rurales tienen menos acceso a créditos, financiación y tecnologías agrícolas. Por eso, desde ONU Mujeres acompañamos a la sociedad civil y al Estado para mejorar la calidad de vida de estas personas y trabajar en el reconocimiento de todos sus derechos”, señala la referente de ONU Mujeres.
Narváez Ojeda considera que es importante promover el acceso al crédito con un enfoque de género. “Muchas de ellas trabajan en la informalidad. Es difícil que tengan recibos de sueldo o ingresos permanentes mes a mes. Esas consideraciones hay que tenerlas en cuenta. Hay que alentar el desarrollo de cooperativas y redes de mujeres que permitan el trabajo colectivo. Es importante seguir generando incentivos para que las personas puedan quedarse a vivir en el entorno rural”, enfatiza.
Al pensar en un caso de empoderamiento de mujeres en situación de vulnerabilidad, Giraudo resalta el de unas campesinas de Catamarca que tenían unas cabras viejas y no se estaban pudiendo desarrollar económicamente. “En mi paso por la función pública me tocó ver cómo esta comunidad de mujeres se veían presionadas para migrar. Pero, ellas no querían irse de ahí. Defendían el arraigo. La convicción, el conocimiento y el acercamiento de actores vinculados al desarrollo productivo las ayudó a permanecer en el lugar y seguir trabajando con sus cabras”.
Otro caso que resalta Giraudo del potenciamiento de mujeres rurales es el de Norma Rodríguez, una mujer wichi que vive en Lote 8, Formosa. “Hasta hace poco, ella tenía un perfil sumamente bajo y tenía la convicción de que como mujer indígena no tenía que salir de la casa. Hoy lidera una cooperativa de 2.300 artesanas del Gran Chaco, que hacen productos para exportación”.
Claves de las mujeres del Gran Chaco para seguir comercializando sus artesanías
Compartir experiencias y conocimientos
Hace 20 años, Fabiana Menna se instaló cerca de comunidades aisladas de Formosa. En 2002 fundó la Fundación Gran Chaco y desde la organización, trabajó en el fortalecimiento de la cooperativa de artesanas del Gran Chaco.
Ella es una antropóloga italiana de 45 años con experiencia en desarrollo local, en zonas rurales y en comunidades indígenas. En particular, se dedicó al fortalecimiento de procesos organizativos, formación de líderes asociado al desarrollo productivo y a la generación de ingresos, a partir de la valorización de los territorios y de su biodiversidad. Ella forma parte de la Red Mujeres Rurales.
“Siempre viví en lugares semiurbanos. La infancia la pasé en distintos lugares de África. Siempre tuve que lidiar con las cuestiones estructurales de la ruralidad, como la falta de servicios y la ausencia de medios de transporte. Me considero una persona mucho más rural que urbana”, comenta Menna.
Cuando estaba terminando la carrera de Antropología en Roma, un profesor le sugirió que hiciera una pasantía en un programa de Cooperación Internacional de la Unión Europea, en Formosa. Ella cuenta: “Con 24 años, vine por tres meses y me quedé. Me pidieron trabajar con mujeres rurales y ese proyecto me abrió un mundo nuevo. Busqué profundizar mis estudios y me anoté en una maestría virtual de FLACSO en el área de género y políticas públicas. Enseguida, fundé la Fundación Gran Chaco para acompañar y fortalecer a las mujeres rurales”.
Los primeros dos años en Formosa, Menna vivió en las comunidades Potrillo y Lote 8. “En ese momento no había conectividad ni las rutas que hay hoy. Faltaban servicios básicos, se cortaba la luz todo el tiempo y había que hacer varios kilómetros por un camino de tierra para llegar a un teléfono”, recuerda. Luego, la referente de Fundación Gran Chaco decidió instalarse en la ciudad de Formosa, pero desde entonces recorre permanentemente el territorio.
Para Menna es importante trabajar en tres ejes para impulsar a las mujeres rurales. En primer lugar, hay que brindar conectividad; luego, generar acceso a financiamiento e infraestructura; y por último hay que fortalecerlas con buenas prácticas ambientales.
La presidente de Fundación Gran Chaco dice: “Cuando empezamos a acompañar en la formación de la cooperativa de artesanas, tuvimos que aprender cuestiones de mercado. Crecimos, logramos muchas cosas, pero llegamos a un techo. Aprendimos que cada organización tiene un know how y hay que asociarse con los expertos en cada tema para desarrollarlos. Por ejemplo, para exportar las artesanías necesitábamos conectarnos con un actor del sector empresarial”. Así se encontraron con Matriarca, una mini pyme que exporta un monto que ronda los 30 mil dólares.
Esa idea de vinculación que comenta Menna es uno de los motivos por los que se creó la Red Mujeres Rurales. Señala: “Así se conectan mujeres con distintas experiencias y se comparte el conocimiento”.