Qué sabemos y qué no sabemos del problema sanitario del maíz

Qué sabemos y qué no sabemos del problema sanitario del maíz

Reflexiones colaborativas para poder manejar de manera Integrada el complejo del achaparramiento

Ya casi nadie ignora que una gran cantidad de lotes de maíz están siendo afectados por un conjunto de patógenos que reducen drásticamente los rendimientos y puede llegar a la pérdida total del lote. Sería además una redundancia referirse a la importancia del maíz en la producción de carnes de distintos tipos, aves, cerdos, ganado o vacas y a que su precio influye sobre los alimentos en general. Este importante problema fitosanitario tiene repercusión en la economía nacional, de modo que su manejo debe ser encarado sin demoras y de manera integral.

El denominado “Achaparramiento del maíz” no es nuevo y en base al conocimiento existente, sabemos que se trata de varios patógenos que llegan a la planta por la picadura de un vector, denominado “chicharrita” (Dalbulus maydis), que al picarla para alimentarse inyecta estos patógenos al torrente circulatorio provocando serios daños. El conjunto de patógenos causales de la enfermedad y el vector en sí mismo, han sido ampliamente estudiados. Sin embargo, el manejo de este complejo fitosanitario en el campo no es tan simple y presenta algunos aspectos particulares que hay que tener en cuenta, sobre todo en su relación con las condiciones ambientales de cada región.

Las principales incógnitas a dilucidar para encarar su manejo integral se refieren principalmente al cultivo y a la dinámica del vector. Es necesario comenzar a trabajar en forma coordinada de inmediato, antes de realizar   la cosecha de la actual campaña. En este momento sería muy importante relevar la mayor cantidad de datos posible acerca de los efectos sobre el rendimiento y calidad, relacionados con los parámetros climáticos durante el ciclo del cultivo y los meses previos en las diferentes zonas e incorporar las características del material genético y las fechas de siembra de cada lote. Estos datos tomados de manera sistemática y centralizada, permitirían formular algunas hipótesis sobre los probables factores que desencadenaron la epidemia y ayudarían a comprender este complejo problema.

Como la cosecha está próxima, seguramente haya muchos lotes con escaso rendimiento que se decida no cosechar. En otros lotes, donde la heterogeneidad de madurez de las espigas será complejo regular las máquinas trilladoras para levantarlas a todas o realizar su trillado por completo debido al desarrollo desuniforme de los granos. Así es que quedarán espigas con granos en el campo que, ante las primeras condiciones favorables de temperatura y humedad de la entrada de la primavera, se transformarán en semillas y germinarán produciendo plantas de maíz de manera temprana, muy importantes para la reproducción del vector. Estos maíces serán claves para completar el puente verde o trampolín biológico de la chicharrita, único agente vector hasta el momento.

Esta multiplicación previa al ciclo habitual del cultivo, dará lugar al desarrollo de poblaciones abundantes de chicharritas que llegarán en los primeros estadios fenológicos de los maíces sembrados temprano, que es la etapa de mayor susceptibilidad del cultivo. Debido a que la siembra de materiales genéticos de mejor comportamiento serán la forma más sencilla y económica para resolver esta problemática a futuro, en esta campaña casi todos los semilleros están evaluando su base de germoplasma en múltiples ambientes, dado que la enfermedad se ha presentado de manera natural en prácticamente toda la zona maicera. De esta manera, estarán en condiciones de compartir la respuesta de sus híbridos ante este complejo de enfermedades al cierre de esta campaña. Es muy probable que los resultados más prometedores correspondan a aquellos híbridos con “sangre tropical” ya que han sido los más expuestos desde hace tiempo a esta enfermedad, mientras aquellos de germoplasma “templado”, seguirán en evaluación para tener un perfil sanitario definitivo.

Al respecto, un problema que puede presentarse es que los semilleros no cuenten con la cantidad necesaria de semilla de los materiales con mayor tolerancia, debido a la mayor demanda y a la menor producción por esta misma causa. Sin embargo, es necesario continuar los ensayos de comportamiento de los distintos híbridos/variedades de maíz en su relación con el vector, resistencia o tolerancia genética a la picadura y a los patógenos en cuanto a la resistencia a la invasión y a la presentación de síntomas.

Es necesario instalar una red de información acerca del vector, su ciclo de vida en relación a las condiciones ambientales de las diferentes zonas de impacto del Achaparramiento, analizar las curvas y los picos poblacionales y su relación con las condiciones ambientales. Se debería incluir el seguimiento en los cultivos invernales que lo resguardan, analizando si alguna especie podría también funcionar como hospedante alternativo, de modo de cubrir su dinámica poblacional durante el año completo y determinar para otras regiones ecológicas el denominado período de incubación que sólo fue estudiado para Tucumán, ya que es de suma importancia para determinar la aplicación de tratamientos químicos a la parte aérea de la planta.

Deberá hacerse un monitoreo cuidadoso de los maíces guachos o voluntarios, tanto en lo referido a ser reservorio de hospedantes como en lo relacionado con su comportamiento frente a la enfermedad, ya que al detectar síntomas de manera temprana se podrá evaluar anticipadamente el “potencial” inóculo de la enfermedad. Se deberá sistematizar el registro de modo que sea posible determinar no sólo el modo de dispersión y avance regional, sino también su dispersión dentro del lote. A su vez, sería importante seguir investigando sobre la relación de la densidad poblacional del vector y la capacidad de vección/infección y daño, así como la influencia de la nutrición del cultivo respecto a la atracción del vector y a su efecto sobre la dinámica de los patógenos en la planta. Estos aspectos son importantes, ya que aportarán datos a la hora de decidir tratamientos foliares o de manejar la nutrición del cultivo de forma adecuada.

En cuanto a la relación del vector con el cultivo será necesario incluir en las observaciones a los cultivos de maíz con destino a forraje, que normalmente no son monitoreados con fines “sanitarios”.

Al considerar la inclusión de plaguicidas en un programa de manejo del Achaparramiento del maíz, se debería pensar en una estrategia para disminuir la población del vector de modo que el contacto de éste con la planta sea nulo o mínimo.

 Los insecticidas curasemillas aprobados para maíz están destinados al manejo de las plagas de la semilla y la plántula, pero es difícil que puedan traslocarse a la parte aérea e impedir que la chicharrita pique a la planta durante todo el estado vegetativo, como ocurre en con el neonicotinoide  Imidacloprid (WS70%) usado en maíz para disminuir la población de Delphacodes  kuschelli,  la chicharrita vectora del Mal de Río Cuarto.

Otras experiencias podrían realizarse con insecticidas sistémicos de alto poder de traslocación para evaluar su efecto sobre los primeros ataques, cuando el cultivo es muy pequeño, con aquellos productos que estén registrados para su uso en maíz.  Estos insecticidas están diseñados para el manejo de otros homópteros chupadores y tienen por objeto matar a la plaga, pero en este caso antes que el insecticida haga su efecto ya se habría producido la transmisión, lo que podría hacer disminuir un poco la población, pero no evitaría el daño.

Según se sabe la mayor susceptibilidad del maíz es en estado vegetativo, porque como ocurre con la mayoría de los patógenos mientras más temprano en el ciclo del cultivo afectan a la planta, mayor será el impacto productivo. Sin embargo, deberían establecerse ensayos para determinar en los diferentes materiales genéticos, el momento de mayor susceptibilidad del cultivo. Esto permitirá planificar las siembras, que es la principal medida de control del mal de Rio IV y los eventuales tratamientos químicos.

Respecto a la protección de la parte aérea a través de aplicaciones de insecticidas con maíces en los primeros estadios vegetativos, deberían ser cuidadosamente evaluados ya que la mayor parte del producto caería  al suelo sin cumplir con el objetivo de protección. Los productos autorizados para el control de D.kuschelli  son los piretroides gamma cialotrina,  lamdacialotrina  y mezclas con bifentrin, que contarían con la ventaja de estar  ya autorizados por el SENASA para maíz. Sin embargo, se debería seguir estudiando su eficiencia sobre el vector en el campo, con énfasis en el método de aplicación y la influencia de las condiciones ambientales en los resultados de los tratamientos .

Estos interrogantes se irán dilucidando mediante los ensayos y se vislumbra que aparte de la resistencia o tolerancia genética, una de las principales medidas culturales a aplicar será la determinación de la fecha de siembra para cada región. Esta decisión se vería condicionada por factores ambientales, en especial el nivel de acumulación de agua en el perfil del suelo y las expectativas de lluvia, que aseguren un rendimiento satisfactorio para cada lote en particular.

Como se puede comprender, el abordaje del manejo integrado de este complejo de patógenos transmitidos por un vector no es una tarea sencilla, pero es absolutamente necesario desarrollar conciencia colectiva y organizar coordinadamente las observaciones y el procesamiento de los datos. Esta acción conjunta permitirá encarar un manejo integral de este problema fitosanitario a fin de minimizar futuros daños. Este objetivo se alcanzará únicamente con una fuerte decisión de coordinación y acompañamiento de las instituciones y organismos en todos sus niveles de la cadena productiva del maíz.

* Gloria Viotti

* Alicia Cavallo

*Ing. Agr. M.Sc. en Ciencias Agropecuarias. Especialista en Protección Vegetal

Integrantes de Red Mujeres Rurales

Córdoba, abril 2024